La positividad en el lugar de trabajo suele considerarse un rasgo deseable, capaz de motivar a los equipos e impulsar la productividad. Sin embargo, cuando el optimismo se vuelve excesivo e ignora los retos reales, puede convertirse en positividad tóxica, perjudicando la salud mental de los empleados y la eficiencia de los equipos.
La positividad tóxica se refiere a imponer una actitud positiva en todas las situaciones, independientemente de las circunstancias o emociones implicadas.
En términos generales, este enfoque hace caso omiso de los sentimientos legítimos de frustración, tristeza o preocupación, lo que lleva a los individuos a reprimir las emociones negativas y evitar las discusiones sobre los problemas reales.
Entre los mayores impactos de la positividad tóxica en los equipos se encuentran:
Hay varias formas de identificar esta positividad tóxica en el lugar de trabajo. Sin embargo, es importante destacar que la positividad también está relacionada con la frecuencia con la que se produce.
En otras palabras, que una persona sea positiva no significa que haya toxicidad en ella. Así que todo depende de la intensidad y las circunstancias.
En primer lugar, es esencial darse cuenta de que el liderazgo desempeña un papel esencial en esta lucha. Algunas acciones son eficaces:
Aunque la positividad es una fuerza poderosa en el lugar de trabajo, un exceso de ella puede conducir a la supresión de emociones legítimas y a la desatención de problemas reales, lo que da lugar a un entorno disfuncional y a equipos desmotivados.
Al reconocer y abordar la positividad tóxica, las organizaciones pueden crear un entorno más saludable en el que se valoren la comunicación abierta y la empatía, lo que permite a los equipos abordar los retos de forma eficaz y colaborativa.